jueves, 2 de abril de 2015


"Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo; había que tener cuidado de que la tristeza no se metiera en los ojos pues los haría llover, tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran ciertas, que no se meta entre tus manos- me decía- porque puedes tostar de más el café o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo. Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza.
Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y suave como la espuma del atole."
-Paola Klug

domingo, 14 de octubre de 2012

"Después de hacer al hombre, el creador tomó la redondez de la luna,las curvas del reptante,la ligereza de las hojas,el llanto de las nubes,la crueldad del tigre, el tenue fulgor del grajo, e hizo a la mujer…"
 Leyenda sánscrita

martes, 2 de octubre de 2012


Creo en la U.C.V.,
Creadora de ciencia y
de cultura, la de Vargas,
la del hombre justo
y bueno que sueña
un país decente.
Creo en su biblioteca,
bañada por las luces
multicolores del pensamiento,
en su Aula Magna,
acaso el recinto
más hermoso y democrático
de la cultura nacional
y el único lugar
donde puede oírse
el silencio reflexivo
de la multitud.
Creo en los sueños
que dormitan tras
las nubes de Calder;
en la dignidad del alma
ucevista y en los
nombres olvidados
de los que la hicieron
y la hacen grande.
Creo en el poder activo
de la docencia y la
cultura, puesto que
el hombre sabio sólo
puede buscar el bien.
Creo en las señoras
que mantienen viva
la utopía frente al
cafetín de ingeniería
y en el mural
de Aquiles y su
muñeca de trapo.
En Alfredo Moreno,
Mecenas de la lectura.
Creo en las fotocopiadoras,
en la reproducción
clandestina de libros
y en las ediciones piratas.
Creo en el Comedor Universitario
como el único mal negocio
que se justifica.
Creo en la mística del
investigador solitario,
mal remunerado
y peor valorado,
en el estudiante que
marcha con su veinte
bajo el brazo.
Creo en la protesta pacífica
como derecho irrenunciable
y en la obligación moral
que tiene la mayoría de
oponerse a una minoría
corrupta que ni la respeta
ni la representa.
Creo en las pequeñas batallas
y en la irreductible fuerza del
bien, en la pluma de Earle
Herrera y en el arte
que se esconde por los
rincones insospechados
de la U.C.V.
Creo en el Orfeón Universitario,
cuya sola existencia es
suficiente para justificar
la universidad.
Y por último, creo en la dicha
que florece a la sombra de
las horas azules del reloj,
ya que allá descubrí
el amor.
Autor: Laureano Márquez